
En el momento en que el condenado tiene la cabeza en la guillotina, antes de que cayera la cuchilla tendría que producirse un silencio. Un guardia saldría de las filas y entregaría un sobre al verdugo, y este le diría al condenado: "¡Es tu indulto!". Y haría caer la cuchilla.
Así, el condenado moriría feliz.
Jules Renard, Diario
1 comentario:
Al filo de lo terrible, este Jules...
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